Por qué soy crítico con el reconocimiento del Estado palestino

(Fotografía de Hala Photography, vía Pexels.com )

Si me hubiera planteado la cuestión antes del 7 de octubre, ¿habría apoyado el reconocimiento del Estado palestino? Creo que muy probablemente sí. En cambio, hacerlo ahora me parece un error.

La razón es sencilla: Hamás no solo cometió una serie de crímenes horribles en esa fecha, sino que continúa cometiéndolos. Entre otras muchas cosas, sigue sin liberar los rehenes.

Y sí, es cierto que Israel, sus tropas y sus ciudadanos también cometen crímenes y abusos; lo hacen en Gaza, lo hacen en Cisjordania y lo hacen con su política de detenciones y el trato que dispensan a los prisioneros. Pero mi opinión es que, en un conflicto, no hay que elegir un perpetrador de crímenes, sino que hay que condicionar cualquier apoyo —sea militar, logístico o político— a que se respeten la legislación internacional, las leyes de guerra y los derechos humanos. En todos los ámbitos de la vida, soy un enemigo acérrimo de los apoyos incondicionales.

Evidentemente, las guerras son sucias y nunca va a haber un comportamiento perfecto por ninguna de las partes. Pero la presión tiene que estar ahí. Y, en este caso, no es que algunos elementos descontrolados de Hamás hayan cometido violaciones de derechos; es que esas violaciones son una política deliberada.

¿Pero lo que haga Hamás puede privar de sus derechos a todos los palestinos?

No. Pero es que a lo que tienen derecho los palestinos, como todos los seres humanos, no es a tener un Estado palestino, sino a ser ciudadanos de un Estado que respete sus derechos, lo cual es muy diferente.

Y sí, habrá quien piense que el reconocimiento del Estado de Palestina puede ser un primer paso para conseguir ese Estado democrático más adelante. Yo no lo veo así. No creo que darle una victoria política a Hamás sea un paso en el camino hacia el respeto de los derechos humanos de nadie.

Esa organización, que ganó las elecciones parlamentarias de 2006 (las últimas celebradas en los territorios palestinos) y que ahora mismo tiene el control efectivo de Gaza, no solo ha violado a menudo los derechos de ciudadanos israelíes, sino que tampoco ha respetado nunca los de los propios palestinos. Aparte de usarlos como escudos humanos, no tiene inconveniente en recurrir al asesinato y la tortura para reprimir la oposición interna.

Por eso, no le veo ningún sentido a permitirle que se anote un tanto político. Insisto: yo no creo que el mensaje que deban transmitir los que sí se preocupan por los derechos sea el de «Si los otros se portan mal, te apoyamos a ti», sino el de «Si quieres que te apoyemos, pórtate bien».

Y entiendo perfectamente la indignación con Israel, con el gobierno de Netanyahu y con los abusos cometidos por soldados y colonos. Pero creo que la mejor forma de canalizar esa indignación sigue siendo la denuncia sistemática de todas las violaciones de derechos, vengan de donde vengan, más que el reconocimiento de un Estado buena parte de cuyos líderes políticos no parecen dispuestos a comprometerse ni con la democracia, ni con los derechos humanos, ni tampoco siquiera con unas fronteras compatibles con la existencia de otro Estado.

He de decir, sin embargo, que hay personas cuyo criterio respeto y que mantienen en este caso una opinión completamente distinta a la mía. Creen que la brutalidad de la represión israelí ha llegado a tal nivel como para justificar esta respuesta. Ojalá acierten y, efectivamente, este gesto de España, Irlanda y Noruega sirva para mejorar las cosas.

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